Palabrotas en España: Guía para entender su uso cultural en el trabajo

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¿Por qué los españoles dicen tantas palabrotas?

Si eres extranjero y te vas a vivir a España, una de las primeras cosas que te llaman la atención es el desparpajo con el que sus habitantes dicen palabrotas, insultos o expresiones vulgares.

Este impacto suele ser aún mayor para los latinoamericanos, quienes comprenden perfectamente el significado de estas palabras, y que en sus países suelen estar reservadas para contextos privados o muy informales. En cambio, en España las palabrotas se usan con naturalidad en espacios públicos y en casi todos los ámbitos sociales.

¿Por qué sorprende tanto el uso de palabrotas en España?

No es que los españoles sean los únicos que utilizan lenguaje ofensivo. En todo el mundo existen expresiones groseras. Lo que diferencia a España es el contexto: aquí, estas palabras no se limitan al ámbito privado o de confianza, sino que aparecen también en reuniones, medios de comunicación e incluso en espacios institucionales.

Un ejemplo reciente fue una presentación en Casa de América sobre la diplomacia española. Uno de los embajadores usó varias palabrotas al iniciar su intervención, lo cual desató la risa del público. ¿Habría ocurrido lo mismo en un evento similar en otro país?

Un fenómeno ligado a la historia

Algunos lingüistas señalan que con la llegada de la democracia en España también surgió una reivindicación de la libertad de expresión. Tras décadas de represión en la dictadura franquista, muchas personas comenzaron a usar un lenguaje más directo y espontáneo, incluyendo las palabrotas, como forma de afirmación personal.

Incluso en la política, algunos representantes comenzaron a relajar su vocabulario para mostrarse más cercanos al pueblo.

Palabrotas en la televisión, la familia y el trabajo

La televisión refleja esta tendencia. Mientras que antes los humoristas usaban insinuaciones, hoy muchos lanzan palabrotas sin filtro. En la gala de los Goya de 2016, el humorista Dani Rovira repitió expresiones como «¡ostia!» durante toda la noche, generando críticas por la falta de ingenio y exceso de lenguaje vulgar.

En casa, las cosas también han cambiado. Padres y madres, influenciados por su entorno, han empezado a hablar igual que sus hijos. Ya no se enseña qué palabras son adecuadas y en qué contextos deben usarse. Algunos incluso piensan que hablar con palabrotas acerca a las generaciones.

En el ámbito laboral, ocurre algo similar. Las palabrotas se usan en momentos de frustración, entusiasmo o simple cotidianidad. Se han integrado en la comunicación emocional.

Una guía breve para el entorno laboral multicultural

Si trabajas en un entorno multicultural, como puede ser una empresa internacional, una ONG, una universidad global o una misión diplomática, es importante tener en cuenta lo siguiente:

  • Adapta tu lenguaje al contexto. Aunque estés acostumbrado a un entorno donde las palabrotas se normalizan, puede que tus colegas de otras culturas lo consideren ofensivo o poco profesional.
  • Observa antes de hablar. Fíjate cómo se comunican los demás. ¿Utilizan un lenguaje formal o coloquial? ¿Se permiten expresiones emocionales en público o se evitan?
  • Evita las palabrotas en correos, presentaciones o comunicaciones oficiales. Aunque te sientas cómodo con ciertas expresiones, en documentos escritos pueden percibirse con más dureza.
  • Recuerda que el liderazgo también se comunica por el lenguaje. Un líder que domina el registro formal e informal según la ocasión transmite confianza y competencia intercultural.
  • Pregunta si tienes dudas. En equipos multiculturales, abrir espacios para hablar sobre cómo se perciben ciertas expresiones puede fortalecer la cohesión y el respeto mutuo.

La capacidad de alternar registros lingüísticos y de leer el entorno es una habilidad fundamental para cualquier persona que aspira a convertirse en ciudadana del mundo.

¿Cómo explicar este fenómeno a los extranjeros?

Si tuvieras que impartir una formación sobre el uso de las palabrotas en España a un grupo de extranjeros, ¿qué les dirías? Desde mi experiencia como psicóloga transcultural, estos son los cuatro puntos clave que habría que abordar:

1. No se puede generalizar

España es un país diverso, con 17 comunidades autónomas y más de 50 provincias. El uso de palabrotas varía según la región, el entorno urbano o rural y hasta el grupo social. Según el filólogo https://es.wikipedia.org/wiki/José_Antonio_Millán, en Madrid y Barcelona es donde más expresiones groseras se escuchan. Incluso hay un intercambio cultural: a los españoles les pueden resultar graciosas las palabrotas latinoamericanas y viceversa.

2. Uso negativo y ofensivo

Hay una diferencia entre una palabrota dicha al aire y un insulto directo. Mientras la primera puede expresar frustración, la segunda puede herir profundamente. Millán lo explica bien: «la palabrota no tiene destinatario; el insulto sí».

3. Uso positivo o afectivo

Curiosamente, muchas palabrotas en España se usan como elogios. Por ejemplo: «¡Qué cabronazo eres, has conseguido el ascenso!» puede sonar fuerte, pero en el tono adecuado expresa admiración. En cambio, «mi jefe es un cabronazo» puede ser claramente ofensivo. Todo depende del contexto, la intención y el tono.

4. Palabrotas con carga expresiva

Algunas expresiones sirven para enfatizar emociones: «Estoy hasta los huevos», «quítate tus putos calcetines de mi cama». Estas frases forman parte de la cultura emocional española y cumplen una función expresiva, catártica y a veces hasta terapéutica.

¿Qué deben saber los españoles que se mudan al extranjero?

Así como los extranjeros se impactan por las palabrotas en España, los españoles deberían reflexionar sobre su uso si viven en otro país. Aquí algunos consejos:

  • En culturas como la japonesa, decir palabrotas puede considerarse una falta grave de respeto.
  • En muchos países, las palabrotas están asociadas a un bajo nivel educativo o marginalidad.
  • En Latinoamérica, aunque también se usan, su empleo público puede generar rechazo o incomodidad.

Por lo tanto, la recomendación es clara: hasta conocer bien el entorno cultural, es mejor reservar el lenguaje ofensivo para la esfera privada.

¿Debemos cambiar nuestra manera de hablar?

Cada persona es libre de expresarse como quiera, pero también es importante entender el efecto que nuestro lenguaje tiene sobre los demás y sobre nosotros mismos.

Algunos psicólogos opinan que las palabrotas, usadas con conciencia, pueden liberar tensiones y tener un valor catártico. Otros recuerdan que un vocabulario empobrecido puede limitar nuestra capacidad de pensar y de comunicarnos emocionalmente.

La clave está en el equilibrio: ni reprimir ni abusar. Y sobre todo, tener presente que la palabra hablada no es neutra, sino un reflejo de lo que somos, sentimos y valoramos.

Como bien dice Rafael Echeverría en su obra Ontología del lenguaje:

«El lenguaje no es inocente.»


Mercedes Valladares
Psicóloga Transcultural Experta en Coaching 

Acerca de la autora

Mercedes Valladares es psicóloga transcultural y experta en coaching para empresas. Acompaña a ejecutivos en el logro de sus metas mediante sesiones de psicología y coaching transcultural. Imparte formación presencial y online a equipos y organizaciones en procesos de desarrollo profesional, liderazgo, adaptación y comunicación intercultural. Trabaja con su método MOVERTE para ayudar a conseguir objetivos con propósito. Su modelo de trabajo se inspira en la Psicología Humanista y en el respeto a los Derechos Humanos.