En España los eventos gratuitos no tienen ningún desperdicio, los lugares lucen abarrotados cuando se ofrece un producto o servicio sin ningún coste. No importa de lo que se trate, no importa la hora, no importa el lugar, “lo que importa es no pagar”. Por eso, cuando nos ofrecen algo que nos resulta indeseable contestamos: “ni aunque fuera gratis”.
Durante todo el año tenemos la posibilidad de visitar sin agobios algunos establecimientos que ofrecen alternativas de ocio. Sin embargo, cuando se celebra “La noche en blanco”, “La noche de los teatros” o “La noche del libro”, vemos largas filas en teatros, museos, librerías y otros lugares que nos ofrecen la posibilidad de disfrutar de forma gratuita de una obra, de un espectáculo, de la presentación de un libro o del contacto directo con un escritor conocido.
Cuando caminamos por la calle y nos ofrecen un helado lo aceptamos, cuando compramos cosméticos y nos regalan la muestra de un producto, sentimos que lo que hemos pagado ha valido la pena. Asimismo, cuando navegamos en internet por lo general, buscamos contenidos gratuitos. ¿Quién alguna vez no ha ido a un evento atraído por la idea de disfrutar del café y las pastas que se dan durante el descanso?
En el sector de la educación, queremos aprender de forma gratuita y descargamos manuales de temáticas de nuestro interés que no tienen coste. Los formadores y conferenciantes se ven obligados a regalar sus primeras charlas, para posteriormente vender sus cursos.
Los expertos de marketing conocen muy bien el funcionamiento de la mente humana y por ello, antes de vendernos algo nos ofrecen un producto gratuito.¿Has comprado algo simplemente para recibir un regalo?
¿Por qué en España nos gustan tanto las cosas gratuitas?
El encanto por la gratuidad tiene algunas explicaciones. Cuando alguien nos sorprende con un regalo sin ninguna justificación como un cumpleaños, el día de nuestro santo, nuestro aniversario de bodas o cualquier otro evento que se considera importante en nuestra vida, nos sentimos valorados, aceptados o apreciados. Sentimos que con independencia de nuestra apariencia y nuestra manera de ser somos dignos de recibir algo sin dar nada a cambio. ¡Sentirse apreciado es una necesidad compartida en todas las culturas!
Cuando asistimos a eventos masificados tenemos una sensación de comunidad, de pertenencia a un grupo, de inclusión y de igualdad porque a pesar de que somos muy diversos en relación a nuestro origen económico, nuestra raza o nuestra cultura, todos disfrutamos de lo mismo.
Otra explicación es la que da el francés Pierce Lescure quien por encargo del presidente Françoise Hollande realizó un trabajo de investigación para elaborar un argumento sólido para hacer entender a los franceses que los productos culturales no deben ser gratuitos.
Lescure opina que varias generaciones han nacido ya con la idea de lo gratuito, incluso hasta los padres de hoy crecieron con esa idea y por esta razón, ni siquiera se plantean el beneficio que podría tener pagar por algunos productos. En este sentido, hay que educar para exigir menos a los demás y dar lo mejor de uno mismo.
Los valores en una sociedad son fundamentales. En algunas sociedades occidentales, acumular cosas materiales o llevar ropa de marca son indicadores de éxito. Admiramos y envidiamos ─a la vez─ al vecino que se ha comprado un coche deportivo de lujo. El fomento del consumo a veces nos hace acumular y llenar nuestras casas de artefactos innecesarios. Esto se debe a que el sentido de la propiedad en el ser humano, mas allá de su concepto evolutivo a lo largo de la historia, está íntimamente relacionado con el ejercicio del poder que es muy valorado en la cultura occidental.
En España algunas cosas tienen más valor que otras. Por ejemplo, en el año 2013 a raíz de la crisis en el sector del libro, una investigación reveló que del 58% de los españoles que leen en formato digital, solo el 32% paga las descargas. El restante 68% lo hace de manera irregular.
Ese mismo año, otro estudio advirtió que el 60% de los españoles está dispuesto a pagar más por alimentos de calidad. ¿Si te regalan un alimento de mala calidad lo comerías? Por supuesto, que aquí entra en juego la salud, la situación económica de las personas y la elección y satisfacción de nuestras necesidades básicas.
Mucho más allá de esta apreciación, en España se valora más la cultura gastronómica del país que la cultura artística y la educación: teatro, música o literatura. De allí vienen, las diferencias entre preferir la gratuidad en unos sectores por encima de otros.
Por ejemplo, el área de la literatura se está segmentando. Los contenidos con más carga publicitaria, son distribuidos de forma gratuita y en cambio, los que tienen más calidad se están orientando a consumidores de un nivel cultural alto y dispuestos a pagar.
¿Estamos fomentando la desigualdad?
¿Debemos replantearnos nuestras creencias sobre la gratuidad selectiva?
¿En lugar de ver la educación como un gasto la podríamos ver como una inversión?
Cuando aceptamos la gratuidad como una forma de vida dejamos de pagar el trabajo de mucha gente. Por ejemplo, si asistimos a la organización de un evento gratuito, no retribuimos muchas horas de trabajo de todo un equipo de personas.
Lo ideal sería que fomentaremos la cultura de la reflexión.
¿Ponemos en una balanza los perjuicios y beneficios que ocasionamos al consumir los productos de forma gratuita en determinados sectores?
¿Valoramos más lo qué pagamos?
ACERCA DE LA AUTORA
MERCEDES VALLADARES PINEDA, trabaja en Madrid de forma presencial. Y, a través de plataformas on line, a nivel internacional. Facilita procesos de coaching personal, de negocios y formación a medida a empresas y «one to one» a individuos. Utiliza la psicología y la cultura como dos herramientas que se retroalimentan mutuamente. Por ello, actúa como facilitadora de integración a las personas que quieren adaptarse a otra cultura en tiempo récord para sacar el mejor rendimiento económico y personal durante su estancia en otra cultura. Asimismo, ayuda a parejas mixtas a superar barreras culturales que producen malos entendidos. Ha creado su propio modelo de trabajo inspirado en la Psicología Humanista y el respeto a los Derechos Humanos. Trabaja con expatriados, cooperantes internacionales, ONG, escuelas de negocios y universidades, diplomáticos, cónyuges de diplomáticos y familias de expatriados que necesitan orientación en una nueva cultura.