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El despropósito de la queja sin sentido.

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¿Quejarse es un patrón cultural en algunos países?

En los últimos años “quejarse” se ha convertido en un hábito de algunas sociedades. La acepción de queja que voy a utilizar, es la que se refiere a cuando una persona se encuentra insatisfecha, a disgusto o siente malestar en una determinada situación y no realiza ninguna acción para mejorar las circunstancias que lo incomodan.

Un cliente colombiano que trabaja en el sector de la informática y lleva 8 años en Madrid me comentó que lo que más le había impresionado en su entorno laboral eran las quejas de sus compañeros de trabajo. Como ejemplo, cita la respuesta a la pregunta: “¿qué tal estás?” -después de un descanso del fin de semana o vacaciones más prolongadas como las de Semana Santa, las del verano y otras fiestas religiosas en España-.

Después del fin de semana, en muchos casos la respuesta más común es: “de lunes”. Esto puede significar que durante el primer día de la semana la gente se presenta al trabajo desmotivada y sin ganas de reiniciar su actividad laboral.

Continúa mi cliente: “aquí en Madrid, la gente se queja principalmente de: 1) no les gusta su trabajo; 2) están insatisfechos con el salario que perciben y; 3) no están conformes con el horario. Sin embargo, – agrega- lo más sorprendente de todo es que no hacen nada para cambiar sus condiciones laborales.”

¿Ocurre lo mismo en otras ciudades? ¿Hay países en los que los trabajadores se quejan más que en otros?

Hace dos años Linkedin realizó una encuesta en 7 países europeos sobre las “manías” de los trabajadores en su entorno laboral. Se encontraron algunos resultados relacionados con las quejas, tanto los profesionales españoles como holandeses no toleran la manía que tienen algunos de sus compatriotas de quejarse constantemente.

Posibles causas

Una de las posibles causas que producen insatisfacción entre algunos profesionales madrileños es que elaboraron la idea de que estudiando una carrera universitaria podrían obtener un trabajo bien remunerado y estable. Esta idea reforzó la creencia de que la mejor forma de ganarse la vida es trabajando por cuenta ajena.

Otra de las causas es que en España, la tolerancia a la incertidumbre es muy baja si nos comparamos con otros países como Estados Unidos, donde las situaciones de inseguridad laboral se toleran de manera más óptima. Aquí, la inestabilidad laboral es considerada como una amenaza que hay que conjurar. Desde la infancia nos han enseñado que debemos procurarnos una vida estable: tener un piso, conseguir un trabajo con un contrato indefinido y asegurarnos las vacaciones anuales.

En otros casos, se fomenta el miedo a lo desconocido y a correr riesgos. El hijo de otro cliente que está trabajando en un sector profesional ajeno al suyo, no se marcha de España porque no habla inglés y nunca ha vivido en un país extranjero.

La cultura española tiene, por lo general, un estilo de comunicación claro y directo. Aquí se dice de forma abierta lo que se piensa. Ocurre lo contrario en países latinoamericanos donde es preferible guardar las formas en el entorno laboral por miedo a represalias y a perder su puesto de trabajo.

Desde el punto de vista psicológico, quejarse es saludable cuando produce un desahogo que nos lleva a comprender la situación crítica que padecemos y nos estimula a buscar una salida. Las carencias que limitan el ejercicio de nuestra libertad se convierten en un miedo que nos atenaza y nos impide avanzar. En el caso del profesional que no sabe inglés, antes de quejarse de los progresos de otros, podría planificar un proyecto de formación que le permitiera resolver algunos aspectos de su estancamiento profesional.

Por el contrario, si la queja se convierte en un hábito que no cambia las situaciones que nos perturban nos quedamos estancados en el problema y no vislumbramos ninguna solución.

Como consecuencia a la “queja sin sentido” en España, se ha creado una página web llamada “Por un país sin quejas” (www.porunpaissinquejas.com) cuya misión es acabar definitivamente con las quejas que no producen ningún cambio en la sociedad española.

En la actualidad, en España algunas personas están viviendo situaciones extremas. Sin ánimo de frivolizar, pienso que además de culpabilizar a nuestro entorno, al estado, a las instituciones públicas o al sector empresarial, sería conveniente que como ciudadanos españoles asumiéramos nuestra cuota de responsabilidad individual y que busquemos alternativas a nuestros problemas.

Mercedes Valladares Pineda
Psicóloga y coach transcultural