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Las palabras y el silencio

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Dos formas distintas y complementarias de comunicación

En sociedades como la japonesa y la coreana, en regiones de Alaska, en tribus como las de los indios Lakota, en países como Lesoto y Zambia y en religiones como el budismo, se valora el silencio.

En cambio en las sociedades occidentales utilizamos el diálogo como una acción liberadora para hacer negociaciones, cerrar acuerdos y convenios, expresar nuestras opiniones, necesidades, sentimientos y pensamientos. El problema estriba en que no escuchamos.

¿Alguna vez has participado en una reunión en la que todos hablaban al mismo tiempo?

La escritora austríaca Vicky Baum decía que si utilizamos las palabras de forma inadecuada, “estas no hacen más que ocultar la realidad”.

En la mayoría de los países occidentales nos comunicamos con mayor frecuencia “hablando” o por medio de la “palabra escrita”. Sin embargo, desde hace muchos años numerosos autores, escritores y poetas ya habían manifestado que el silencio desempeñaba un rol fundamental en el proceso de comunicación.

Sigmund Freud y William Shakespeare estaban en sintonía con el proverbio árabe que dice que es mejor “ser rey de nuestros silencios que esclavos de nuestras palabras”.

La música también ha sido un vehículo de comunicación para explicar con notas musicales lo que no podemos expresar con palabras. En 1990 el grupo británico Depeche Mode, aumentó sus ventas de forma exponencial cuando lanzó su canción “Enjoy the silence” (Disfruta del silencio). El estribillo de esta canción tarareaba que las palabras son innecesarias y que pueden hacer daño: words are very unnecesary they can only do harm…

Una experiencia personal…

Hace dos semanas pude constatar en primera persona el ruido interior que puede llegar a generar el silencio. Participé en un taller impartido por la interculturalista Tatyana Fertelmeyster. El título del taller: Interculturalists meet silence (Los interculturalistas se encuentran con el silencio), me pareció una invitación provocadora ya que, la mayoría de los participantes provenían de países en los que −la palabra hablada y escrita− es la forma más utilizada de comunicación.

Con un participante alemán, realicé uno de los ejercicios del taller que, consistía en comunicarnos con un compañero sin hablar. En un principio, nos vimos a los ojos, nos mostramos la escarapela con nuestros nombres, el de la organización que representábamos y nuestra nacionalidad. Pero, a medida que pasaba el tiempo perdimos el contacto visual. Yo buscaba su mirada, mientras él miraba a un punto indefinido de la sala que compartíamos.

Cuando comentamos nuestra experiencia, mi compañero me explicó su dificultad para expresarse sin voz y a través del lenguaje no verbal.

En el libro: “Ni perro, ni lobo” Kent Nerburn nos muestra la mirada de un indio Lakota sobre la sociedad occidental: “aprenden hablando, en la escuela premian a los niños que hablan más, en el trabajo mantienen reuniones en las que varias voces se escuchan a la vez y cuando están en silencio se ponen nerviosos”.

Los diferentes significados del silencio…

En un mundo intercultural no es fácil entender los matices y contrastes que hay entre el silencio y las palabras. La ruptura del silencio no solamente se produce con las palabras y con la entonación de nuestra voz. También, podemos hacer ruido con los gestos y con el tacto.

En las culturas latinas, tendemos a tocar, a dar palmadas, a abrazar, besar e incluso a veces nos permitimos expresar otras emociones como el enfado y la tristeza a través del llanto. En los países en los que se valoran más los hechos que las palabras, estos gestos pueden percibirse como agresivos porque tienen como consecuencia la invasión y la ruptura del silencio interior del otro.
La risa es otra forma de comunicarse. Algunas orientales, se cubren la boca para reír y en cambio, en algunos países latinoamericanos, las carcajadas son una señal de alegría y espontaneidad.

Una persona que habla poco, puede ser etiquetada erróneamente como tímida o con pocas habilidades para liderar. Sin embargo, esta puede provenir de una cultura poco democrática en la que la expresión verbal no está permitida por miedo a las represalias. O bien, el silencio es interpretado de forma positiva y por ello, prefiere guardar para sí misma sus opiniones personales.

Hace algunos años recibí en Madrid a unos diplomáticos que habían sido embajadores en Japón. La ex embajadora me comentó que el haber aprendido a escuchar y hablar con frases cortas para evitar las expresiones redundantes −que están muy presentes en la lengua castellana− había sido su mejor aprendizaje.

Esta mujer me explicó que: “si en una conversación le damos espacio al silencio, nos damos la oportunidad de escuchar nuestra voz interior y luego, una vez que hemos digerido lo que nos ha dicho nuestro interlocutor, podremos expresarnos con más coherencia.” En este sentido Montesquieu decía que: “Cuanto menos piensan los hombres, más hablan”.

Desde mi perspectiva, el aporte de otras culturas no occidentales a las culturas orientadas a expresarse a través del lenguaje verbal es que debemos aprender a escuchar tanto al silencio como a las palabras.

¿Y para ti qué significa el silencio?

¿Presencia o ausencia?

¿Paz, tranquilidad, quietud?

¿Tensión, miedo, contención?

En definitiva, para maximizar nuestras relaciones interculturales es fundamental conocer a las personas con las que interactuamos tanto en el ámbito laboral como en el personal. De esta manera, evitaremos juzgar u ofender a los que gestionan el silencio de forma diferente a la nuestra.

“Es mejor no abrir la boca si no se está seguro de que lo que se va a decir es más hermoso que el silencio”.

Mercedes Valladares Pineda
Psicóloga Experta en Coaching Transcultural

ACERCA DE LA AUTORA

MERCEDES VALLADARES PINEDA, trabaja en Madrid de forma presencial. Y, a través de plataformas on line, a nivel internacional. Facilita procesos de coaching personal, de negocios y formación a medida a empresas y «one to one» a individuos. Utiliza la psicología y la cultura como dos herramientas que se retroalimentan mutuamente. Por ello, actúa como facilitadora de integración a las personas que quieren adaptarse a otra cultura en tiempo récord para sacar el mejor rendimiento económico y personal durante su estancia en otra cultura. Asimismo, ayuda a parejas mixtas a superar barreras culturales que producen malos entendidos. Ha creado su propio modelo de trabajo inspirado en la Psicología Humanista y el respeto a los Derechos Humanos. Trabaja con expatriados, cooperantes internacionales, ONG, escuelas de negocios y universidades, diplomáticos, cónyuges de diplomáticos y familias de expatriados que necesitan orientación en una nueva cultura.