La semana pasada se celebró en Valencia el Congreso bianual de la Society of Intercultural Communication Training and Research de Europa (SIETAR) cuyo objetivo es promover el desarrollo, la aplicación de conocimientos, valores y habilidades para favorecer la eficiencia en las relaciones interculturales e interétnicas en diferentes niveles: individual, grupal, organizacional, comunitario e internacional.
El congreso contó con la presencia de interculturalistas de todas partes del mundo quienes compartieron historias y teorías, cuestionaron la validez de los modelos y dimensiones culturales que se han utilizado hasta el momento, y propusieron nuevas prácticas más congruentes con el complejo panorama del mundo globalizado en el que vivimos.
Debido al impacto de la inmigración en Europa, algunos ponentes del congreso junto con la sección del festival de cine, abordaron esta problemática desde diferentes perspectivas.
Según la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) -única organización intergubernamental de ámbito mundial dedicada a los estudios migratorios- el año 2014 ha sido el más mortífero ya que entre el 1 de enero y el 12 de diciembre de ese año, fallecieron 4,868 personas que intentaron cumplir su proyecto migratorio.
El interculturalista Noureddine Erradi y quien suscribe, hemos presentado un trabajo cualitativo titulado: When we change our cultural paradigm: “La percepción de los inmigrantes en España sobre los españoles”. En este contexto, no hemos querido dejar pasar la ocasión de mostrar la cara oculta de una realidad que no nos puede resultar indiferente.
En mi experiencia personal, decidí ir por una senda distinta en el marco de otras teorías cuantitativas, estudios e investigaciones sobre la percepción que tienen los inmigrantes residentes en España sobre los españoles y en calidad de psicóloga, aproveché mi relación directa con mis pacientes para extraer de las conversaciones periféricas ajenas al ámbito terapéutico, informaciones o pareceres que reflejan una opinión muy valiosa basada en experiencias personales.
Dentro de las distintas nacionalidades con las que he trabajado, han sido los latinoamericanos con quienes he tenido mayor contacto. Dada la imposibilidad de ser la voz de cada uno de los países que conforman esta región, probablemente haré algunas generalizaciones que responden a un sesgo común, sin que ello impida destacar algunos rasgos o caracteres que, a través de una correcta identificación, permitan lanzar un mensaje objetivo.
Percepciones positivas sobre España
Seguridad ciudadana. Por lo general, en España se puede caminar por la calle sin miedo a que ocurra un atraco a mano armada. Uno de los graves problemas de las principales ciudades de Latinoamérica y África, es la inseguridad ciudadana. La gente se levanta con miedo y se acuesta con miedo porque no sabe si por la noche aún seguirá con vida. Las personas de esos países se sienten impotentes y se han resignado a vivir de esa manera.
Libertad. Aunque una persona no se sienta libre de hacer todo lo que quiere porque se encuentra obligada frente a unas reglas enmarcadas en una relación de sujeción especial de todos los ciudadanos frente al Estado y las demás personas, lo cierto es que en España los espacios de libertad en los que nos movemos, son más amplios y por eso más reales. Se puede decidir dónde ir, qué hacer, con quien relacionarse, etc. En otros países no se tiene libertad de elección y libertad de expresión.
En España los medios de comunicación dicen lo que quieren sin tapujos y sin miedo a la represión, a la amenaza o la venganza. En cambio, los periodistas latinoamericanos −algunos por elección propia− se someten a los políticos de turno y a los dueños de los medios de comunicación, y otros −que eligen denunciar algunos hechos− son perseguidos, extorsionados o coaccionados cuando no responden a las exigencias de determinados grupos de presión.
Educación. Muchos de los abuelos que actualmente están sufriendo demencias como el Alzheimer no tuvieron la posibilidad de recibir educación. Antes trabajaban en el campo desde muy pequeños y la educación para las mujeres era limitada. Hoy en día, la población española ha incrementado su nivel educativo y esta entre otras cosas ha servido para promover una cultura de la no violencia. Las denuncias sobre mujeres asesinadas nos ponen los pelos de punta, pero al menos se están realizando acciones orientadas para erradicar este mal.
También hay una cultura de no violencia política. Podemos ver a los representantes de los principales partidos políticos enzarzados en tremendas discusiones pero no pasan de allí, porque tienen la libertad de decir lo que quieren sin miedo a represalias que puedan amenazar sus vidas.
Asimismo, la educación en España ha contribuido a la emancipación de la mujer. No hace muchos años la mujer española tenía que pedirle permiso a su marido para sacar dinero en el banco. Hoy en día la mujer es independiente, trabaja −aunque con menos salario que los hombres− sus relaciones sexuales son consentidas, y tienen derecho a elegir con quien quieren estar.
Las percepciones negativas sobre España
Falta de reconocimiento de su propia historia. Los inmigrantes se quejan de que la generación actual de españoles no reconoce su pasado histórico. Los marroquíes, en particular piensan que los españoles no son conscientes de las aportaciones que les han hecho otras culturas, como por ejemplo la cultura árabe a España. Su influencia es innegable y si una sociedad no reconoce una parte de su historia está distorsionando su pasado.
La imagen “no dinámica” que tiene el español sobre sí mismo. Los españoles mantienen una posición estática que les hace pensar que son el centro del mundo. ¿Quién no ha escuchado la frase “en España se vive mejor que en cualquier otro país”?
Eurocentrismo. Cuando los ciudadanos de un país piensan que son el centro del mundo, invalidan a otras culturas, negando las cosas positivas que estas pueden aportar. Desde la perspectiva de los inmigrantes, los españoles no reconocen que necesitan ayuda. La mayoría de los inmigrantes que han venido a España han estado trabajando. Por eso, las relaciones deben ser de igual a igual, nadie es más que nadie, todos contribuimos por igual al bien común. Las aportaciones de los extranjeros pueden ser distintas pero absolutamente necesarias y por lo tanto, complementarias.
Resistencia al cambio. Es una consecuencia de creer que son el centro del mundo y que sus percepciones están por encima de las de los demás. ¿Para qué cambiar si uno lleva la razón? Los que tienen que cambiar son los demás. ¿Cómo se puede cambiar de paradigma pensando de esta manera?
Mis soluciones
En primer lugar, es fundamental realizar transacciones igualitarias con los inmigrantes: “yo te doy, tú me das”. En latín (do ut des = doy para que me des). Un ejemplo para explicar este punto son las relaciones entre España y Latinoamérica ya que siempre han estado impregnadas de una relación amor y odio.
Amor porque los latinoamericanos han considerado a España como la Madre Patria. Odio porque tienen la percepción de que la Madre Patria les ha explotado, esclavizado y les ha expoliado sus recursos.
Los españoles sienten amor y consideran a los latinoamericanos como hermanos debido a algunas similitudes, como compartir el mismo idioma. La otra cara de la moneda, es que tienen una mirada de lástima hacia algunos países centroamericanos, países andinos y africanos, ya que los consideran como necesitados y piensan que se les debe ofrecer ayuda.
Cuando se compadece a alguien y se le facilitan medios de subsistencia porque se le considera incapaz de valerse por sí mismo, no se le ayuda realmente dado que el mejor apoyo que se puede prestar a estas personas es el del aprendizaje en la creación y gestión de sus propios recursos.
Por ello, considero que también es indispensable trabajar la mentalidad de algunos inmigrantes que adoptan la postura de víctima. Una víctima va por la vida esperando un rescate y como consecuencia, no utiliza sus propios recursos porque necesita que alguien lo salve.
En segundo lugar, debemos ponernos en el lugar del otro o como dice Noureddine Erradi ponerse los zapatos del otro de vez en cuando. Para entender a los inmigrantes con los que he trabajado, he tenido que salirme de mi misma y abandonar mi zona de confort en el mundo diplomático, abandonar la posición de la psicóloga que diagnostica trastornos de personalidad y simplemente escuchar y entender el mundo del otro.
A través de todas las historias y testimonios que he escuchado he podido constatar que detrás de comportamientos que desde fuera son juzgados desagradables o deleznables existen poderosos sentimientos de frustración, amor, odio, tristeza o alegría. Nunca pensé que dentro de mi práctica profesional vería llorar a tantos hombres. Incluso hasta el que parecía más fuerte se derrumbó en el momento en que se sintió comprendido sin ser juzgado.
Me gustaría que mi trabajo contribuyera a facilitar herramientas para promover relaciones transculturales y, en definitiva, servir de puente entre los inmigrantes y los hacedores de políticas públicas.
MI SOLUCIÓN NO ES UNA GRAN SOLUCIÓN PROPONGO SIMPLEMENTE APRENDER A MIRAR AL OTRO CON SU PROPIA MIRADA.
ACERCA DE LA AUTORA
MERCEDES VALLADARES PINEDA, trabaja en Madrid de forma presencial. Y, a través de plataformas on line, a nivel internacional. Facilita procesos de coaching personal, de negocios y formación a medida a empresas y «one to one» a individuos. Utiliza la psicología y la cultura como dos herramientas que se retroalimentan mutuamente. Por ello, actúa como facilitadora de integración a las personas que quieren adaptarse a otra cultura en tiempo récord para sacar el mejor rendimiento económico y personal durante su estancia en otra cultura. Asimismo, ayuda a parejas mixtas a superar barreras culturales que producen malos entendidos. Ha creado su propio modelo de trabajo inspirado en la Psicología Humanista y el respeto a los Derechos Humanos. Trabaja con expatriados, cooperantes internacionales, ONG, escuelas de negocios y universidades, diplomáticos, cónyuges de diplomáticos y familias de expatriados que necesitan orientación en una nueva cultura.