En Ámsterdam los tours organizados se pueden contratar con mucha facilidad. Cerca de la Estación Central tienes oportunidades infinitas de escoger: diferentes rutas, diferentes precios, diferentes recorridos y diferentes horarios.
En el punto de información un hombre muy agradable me sugirió que esperara a las chicas de los “paraguas verdes” que organizan unos tours para caminantes en el centro Ámsterdam.
Acepté encantada porque desde mi perspectiva los tours más apetecibles son los que se hacen de la mano de un guía “humano”. En otras ocasiones he escuchado la grabación de robots con voces metalizadas que con perfecta precisión me daban explicaciones de las cosas que veía en las grandes ciudades… me refiero a los típicos autobuses “hop on – hop off” pero… ¡para gustos los colores!.
Tenía posibilidades de hacer el tour con tres guías. Una de ellas a parte de juventud derrochaba una energía que abarcaba todo la estación y las otras dos parecían más recatadas. Finalmente, me asignaron a Aiala porque era la guía que terminaba el tour más temprano y de esa forma yo podría regresar con tranquilidad al aeropuerto para coger mi vuelo hacia Tel Aviv.
En un principio Aiala me pareció un tanto “apagada” y pensé que el tour iba a ser bastante tradicional. Sin embargo, Aiala sufrió una metamorfosis, de oruga pasó a convertirse en una mariposa. Con mucha simpatía, nos preguntó: “¿Sabéis quiénes son los terroristas de Ámsterdam?. “Los ciclistas”, – respondió uno de los turistas. Justo en ese instante vi como un ciclista se caía sobre el suelo húmedo y se levantaba con la destreza con la que lo hace un gato.
Nos explicó los dolores de cabeza que sufrían los meteorólogos en Ámsterdam debido a lo impredecible que es el clima. Durante nuestro trayecto llovía y dejaba de llover de forma intermitente. Cada vez que las gotas hacían su presencia Aiala me acogía bajo su paraguas de color verde: “vente aquí conmigo”, – me decía.
Cuando pasamos por el Barrio Rojo, Aiala anunció que, a partir del mes de enero del próximo año el personal de las empresas de tours organizados ya no tendrán acceso a esa zona. Esto se debe a que las personas que ejercen la prostitución consideran que no se está respetando su trabajo ya que están realizando una actividad legal que las protege de ser exhibidas como seres carentes de derechos fundamentales.
Antes de finalizar el tour en el Mercado de las Flores disfrutamos de una cata de quesos de insospechados sabores como de coco o de dulce de leche.
Caminé con Aiala hacia la Estación Central y entre nosotras surgió un tema que ya abordé hace un tiempo en un post que titulé: “¿Cuál es tu país de origen?”.
Aiala ha observado que en los últimos tiempos a algunas personas les lleva al menos dos minutos explicar cuál es su país de procedencia. Una persona te puede contestar: “-Nací en Argentina, pero mis abuelos paternos eran judíos polacos y mis abuelos maternos italianos de Sicilia-”.
Las personas que responden así son conscientes de que provienen de diferentes culturas y se sienten más cómodos explicando su origen con detalle. Si no lo hacen, tienen la sensación de que su presentación queda hueca.
Aiala me decía que en los entornos internacionales es más frecuente encontrar a personas hiper-explicativas y que sería conveniente concebir un nuevo término identificativo que sustituya a la palabra “nacionalidad”.
Por mi parte, desde hace algún tiempo yo dejo que las personas se presenten como deseen y he descubierto que tras unos minutos de conversación es cuando me revelan su lugar de origen.
La apariencia, el idioma y el acento de una persona son solo la punta del iceberg ya que debajo existen muchas capas que no tienen nada que ver con el sentimiento de procedencia.
Nuestra conversación terminó unos metros antes de la Estación Central de Ámsterdam.
Aiala y yo nos despedimos pero su observación sobre modificar el término nacionalidad me ha llevado a reflexionar sobre diversas cuestiones:
1) El término nacionalidad opera como un sello de identidad que constituye la espada de Damocles de quien quiere ser ciudadano del mundo con una misma igualdad de trato en cualquier país donde se encuentre.
2) La nacionalidad se convierte en el rubicón por el que tiene que pasar obligatoriamente quien no quiere que le pongan o le quiten ninguna de sus identidades.
3) La nacionalidad se convierte en el arma arrojadiza de quien sabe que su país está pasando por una penosa situación de carencia de derechos.
4) La nacionalidad estigmatiza y etiqueta a cualquier persona obligándola a dar mas explicaciones de las debidas, incluso cuando se trata de participar en un simple recorrido turístico con personas guías turísticas incluidas.
Conclusión apócrifa derivada de la experiencia de Aiala:
El término nacionalidad debería desaparecer no solo como concepto operativo o identificador, debe desaparecer de la faz de la tierra como elemento ruptural, excluyente y segregacionista porque nos aleja de la convivencia leal, natural y pacífica de todos los seres humanos.
Entonces…¿Cuál sería el término que sustituye a nacionalidad?
Ninguno, yo solo incluiría la
nacionalidad en sentido negativo con un añadido al artículo 16.2 de la
constitución española:
«Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su nacionalidad ideología, religión o creencias.»
Mercedes Valladares Pineda
Psicóloga Coach Experta en TransCulturalidad